viernes, 10 de abril de 2009

Fraternidad

Cada uno de vosotros extiende sin saberlo
su mano,
y me siente el corazón.



Yo no podría vivir sin esas manos vagas, invisibles,
que arden tiernamente entre mis músculos
como si sanos, densos, vivos pueblos
me habitaran.

(Los hombres somos aguas que vagamos
de un ser a otro, hambrientos
de crecer y de crecer, de humedecernos
de un eterno estreno de otras manos.)

Cada día soy otro.
Algo menos yo mismo
y algo más ese hueso
que madura en el cuerpo del vecino.

1 comentario:

  1. Cada una de ustedes extiende sin saberlo
    su mano,
    y me siente el corazón.

    Yo no podría vivir sin esas manos vagas, invisibles,
    que arden tiernamente entre mis músculos
    como si sanos, densos, vivos pueblos
    me habitaran.

    (Las mujeres somos aguas que vagamos
    de un ser a otro, hambrientas
    de crecer y de crecer, de humedecernos
    de un eterno estreno de otras manos.)

    Cada día soy otra.
    Algo menos yo misma
    y algo más ese hueso
    que madura en el cuerpo de la vecina.

    --

    Cada uno y una de ustedes extiende sin saberlo
    su mano,
    y me siente el corazón.

    Yo no podría vivir sin esas manos vagas, invisibles,
    que arden tiernamente entre mis músculos
    como si sanos, densos, vivos pueblos
    me habitaran.

    (Las personas somos aguas que vagamos
    de un ser a otro, hambrientas
    de crecer y de crecer, de humedecernos
    de un eterno estreno de otras manos.)

    Cada día soy otra persona.
    Algo menos yo mismoa
    y algo más ese hueso
    que madura en el cuerpo de loa vecinoa.

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