domingo, 12 de abril de 2009

Tendidos bajo el sueño



Era grande la noche. Estábamos en ella
con todos los impulsos dispuestos para el beso.

Se quemó el filamento de la única estrella
y un cosquilleo eléctrico nos palpitó en los huesos.

La luna se estiraba como una gata en celo.



La tierra tomó un hondo tibior de carne abierta.

Docenas de emociones cayeron en tu pelo.

Nos hallamos, de pronto, con la alegría despierta.

Dios se encogió de un golpe y se escondió en tu traje.

El pájaro del miedo se nos fue del paisaje.

Olvidamos el alma y el pecado.

Todo nos dejó solos: la luna y el vestido.

La noche era profunda como un lecho mullido.

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